nadie baila con los pies,
que un ladrón es vigilante y otro es juez
De vuelta del paseo donde junté una florecita para tenerte entre mis dedos un momento, y bebí una botellas de Beaujolais, para bajar al pozo donde bailaba un oso luna, en la penumbra dorada de la lámpara cuelgo mi piel y sé que estaré solo en la ciudad más poblada del mundo. Excusarás este balance histérico, entre fuga a la rata y queja de morfina, teniendo en cuenta que hace frío, llueve sobre mi taza de café, y en cada medialuna la humedad alisa sus patitas de esponja. Máxime sabiendo que pienso en ti obstinadamente, como una ciega máquina, como la cifra que repite interminablemente el gongo de la fiebre el loco que cobija su paloma en la mano, acariciándola hora a hora hasta mezclar los dedos y las plumas en una sola miga de ternura. Creo que sospecharás esto que ocurre, como yo te presiento a la distancia en tu ciudad, volviendo del paseo donde quizá juntases la misma florecita, un poco por botánica, un poco porque aquí, porque es preciso que no estemos tan solos, que nos demos un pétalo, aunque sea un pasito, una pelusa.
Ahora que ya no puedo recordar cómo te girabas para mirarme. Ahora que ni siquiera nos encontramos por casualidad. Yo con mi guitarra y vos con tus fantasías. Ahora que te marchaste, que desapareciste de mi vida. Ahora decidis adueñarte de mis sueños. Ahora, en el que cada despertar se transforma en una verdadera pesadilla donde vos no estás. Si no me olvido de vos es porque no quiero. Porque no desapareces de las canciones que dejaste colgando. Porque seguis caminando invisible por las mismas calles. Porque te sigo viendo de espaldas y se paran en seco mis sentidos. Si no me olvido de vos es porque no puedo, porque no me dejas arrancarte de lo que soy. Porque te paseaste por mi vida demasiado rápido. Porque te sonreiría con la mirada a pesar de todo.
Te echo de menos por las mañanas. Te echo de menos por el verde, desde las diez hasta las cuatro me cuesta respirar. Te echo de menos por las miradas, por los puentes que nos construíamos cuando nos aburríamos y parecían inquebrantables. Te echo de menos desde hace tiempo, y no puedo convertir el menos en más. Te echo de menos porque sí, porque me nace y no se muere, porque está instalado aquí dentro y mi adrenalina se ha encaprichado con vos. Te echo de menos por tus manos y tus caricias que jamás llegaron a jugar con mis células. Te echo de menos de una forma que me cuesta explicar, porque hace que te odie por echarte de menos y mi debilidad se convierta en mi arma cuando estoy a tu lado. Te echo de menos una vez cada hora y me duele. Te echo de menos porque mi suerte no está con vos, eso lo se, y es así. Te echo de menos por tus ojos cargados de símbolos extraños que ni la magia es capaz de explicar. Te echo de menos por tus derrotas, por mis penas. No hay más, sólo queda eso, lo demás vos lo borraste.
Todo eso está demasiado roto. Nadie quiere ni una cáscara ni un descosido. Me doy cuenta de que aún sigues aquí de la peor forma posible porque nunca te marchaste mucho más lejos. Y Julio Cortazar me deprime mucho más, y un Since I’ve Been Loving You me estampa contra todas las paredes a la vez. Ojala pudieras contarme la mentira más gorda, qué bien sentaría.
No sabré desatarme los zapatos y dejar que la ciudad me muerda los pies, no me emborracharé bajo los puentes, no cometeré faltas de estilo. Acepto este destino de camisas planchadas, llego a tiempo a los cines, cedo mi asiento a las señoras. El largo desarreglo de los sentidos me va mal, opto por el dentífrico y las toallas. Me vacuno. Mira qué pobre amante, incapaz de meterse en una fuente para traerte un pescadito rojo bajo la rabia de gendarmes y niñeras.
Es tarde, es el final, me dije sentada, mirándote como la última vez que podría hacerlo. Como la última vez que estaríamos conectados de aquella forma. Yo lo sabía, porque con vos me volví un poco más maga que ilusionista, y percibidí todo lo que tenías que ofrecerme, llámate predecible tal vez. Nuestro final ya lo ha sido, ya no hay nada, y es que me da vueltas la cabeza. Se esta acabando este año, lleno de finales, finales tan rotos que se astillaron en mis dedos, por eso y por otras razones más, todos estos textos saben tanto a cicatriz. Y es que, creía y creo, que ahora, con vos había encontrado la solución, o por lo menos te ibas a sentar a mi lado, tomándome las manos y quitándome todas estas astillas, pero no sé, si es que apretamos a la pausa del mando o vamos a cámara lenta, decimelo vos, decimelos con todos los finales que tengo tatuados a mis espaldas. ¿Qué harás vos? Tal vez tanta presión te abruma, y decidis huir, y no sé, si tal vez inyecto demasiada sonrisa por minuto, o que se yo, pero siempre acabas corriendo, con mi miedo y el tuyo tirándolo por barrancos sin nombre. Ya es tarde, y no puedo esperar, solo puedo avanzar, con miedo, sin él, ya no lo se, ¿vos lo sabes? Yo tampoco.
Mira, no pido mucho, solamente tu mano, tenerla como un sapito que duerme así contento. Necesito esa puerta que me dabas para entrar a tu mundo, ese trocito de azúcar verde, de redondo alegre. ¿No me prestas tu mano en esta noche de fin de año, de lechuzas roncas? No puedes, por razones técnicas. Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo, el durazno sedoso de la palma y el dorso, ese país de azules árboles. Así la tomo y la sostengo, como si de ello dependiera muchísimo del mundo, la sucesión de las cuatro estaciones, el canto de los gallos, el amor de los hombres..
-¿Sabes? Quizá no debería decir esto porque no nos conocemos, pero tienes una forma muy particular de volver a la superficie. Detrás de toda esa melancolía y esa tristeza tienes una especie de capacidad especial que te hace ver lo maravillosa que resultas. Yo te entiendo, ya ves, te entiendo. Entiendo que te de por escribir ese tipo de cosas, la pasión que sientes por todo. En fin, quizá estoy hablando demasiado. Me tengo que ir.
Y te fuiste.
Seis años después reapareces y hablando solo resumes tu noria de vida en un solo café. Y curada al fin, me permito el lujo de observar tu pelo raro y creo que ahora fumas demasiado. Y hablas como si te hubiera preguntado de quién te vengabas todo el tiempo que yo estuve a tu lado. Y aún no sé a qué diablos viene ahora tu llamada, tiembla tu cuchara y eso nunca queda bien. Di, di la verdad, llevas tiempo sin romper muñecos. Pasados unos meses alguien me ajustó de nuevo y queda un poco lejos cuando me incendiaste y ya soplaron las cenizas, volaron las cenizas.